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viernes, 31 de enero de 2014

Premios 20Blogs 2013

Premios 20Blogs 2013





Amigos, lectores y amigos lectores, este blog está participando en los Premios 20Blogs 2013 en la sección cultura y tendencias. Si alguno de vosotros  cree que se merece vuestro voto, os dejo un enlace directo para que podáis hacerlo.Aprovecho la ocasión para agradeceros a todos el seguimiento de mis entradas y los comentarios. Cuando hice este blog, jamás esperé ser tan bien acogida. Gracias por ser y por estar.

http://lablogoteca.20minutos.es/las-mejores-cosas-suceden-cuando-menos-te-las-espe-39970/0/
bailarinas de ballet, pintura del cuerpo, arte, pintura, relatos, poesía, escultura, dibujo, carbocillo

martes, 21 de enero de 2014

Turrón en Navidad

Turrón en Navidad, relato


Buenas y frías tardes en León. Algunos sabréis que hace unos años publiqué un libro de cuentos y a primeros de este año lo retiré del mercado y lo estoy preparando para que podáis descargarlo desde aquí en pdf, completamente gratis se entiende. En realidad, siempre quise que el libro electrónico fuese gratis o muy barato, pero la editorial no quería porque en los canales de distribución había empresas que solo veden ebook y ninguna trabaja gratis. Cedí. Error grave de novata. Por querer llegar a más gente me cerré puertas. A finales de año hice una búsqueda de los sitios que lo vendían. Perplejidad absoluta en mis ojos. Cada uno ponía el precio que le daba la gana. El más caro que encontré era 3,95€. Me reí hasta yo. Te atrapan con la distribución a nivel mundial pero quién compra a ese precio un ebook de un autor desconocido. De locos. Ellos buscan ganar dinero, les importa bien poco que llegues a más personas. En fin, que lo retiré y ahora hago con el lo que quiero. Mientras lo preparo cuelgo uno de los cuentos, o relatos, como querráis llamarlo. A mí me gusta llamarlos cuentos. Mis cuentines.

VAGAMUNDOS
VAGAMUNDOS. Artista gráfico: Puñués

 Turrón en Navidad  




—Verás como de hoy no pasa —dice Ginés mostrando la falta de dientes a través de su sonrisa maliciosa.

—¿Estás seguro de eso? —pregunta su compañero mientras le hace sitio en el mugriento colchón.

—Sí, sí, y déjame un poco de muslo. Es lo último que nos queda.

—¡Cómo no lleves razón, no podremos celebrar estas navidades!

—Ayer le metí la carta en el buzón.

—¿Y tú crees…?

—¿Qué funcionará…? Estoy convencido. Hasta ahora nos ha ido bien.

—La suerte cambia...

—Ni lo pienses, Tomás. Funcionará.

En esto Ginés cierra la cremallera de la tienda de campaña, y mientras Morfeo le acuna entre sus brazos, no puede dejar de pensar en la carta. Había puesto tanto empeño y talento en ella, como antaño en esos libros que sólo le habían traído desgracia. Sí, podía parecer que lo había tenido todo: dinero, comodidades, una bella mujer, casas, coches… hasta un perro. Lo material había volado, y el perro, que tenía tan malas pulgas como su mujer, se compinchó con ella y tras el fracaso del último libro: ambos lo recibían a ladridos al entrar por la puerta de la casa. Estaba mejor sin ellos.

Debajo de aquel puente oxidado que sólo servía de alivio romántico a almas desesperadas, encontró a un amigo. El único que había tenido. 

Cuando el dinero empezó a entrar a espuertas por la puerta de su casa, se encaprichó de la más guapa y, a la postre, la menos buena. En el momento que las cosas se torcieron, le faltó tiempo para echarlo a la calle. De aquello, hace más de veinte años. Ahora nadie se acuerda de él. Y ahí está, enterrado en capas de mugre y cartones viejos, esperando que la carta surja efecto. 

No se arrepiente de usar tan singular método para llenar la barriga. Los hombres a los que envía cartas, son adúlteros, timadores y demás calaña. Se pasa los días enteros vigilándolos y cuando conoce hasta el último de sus pecados, les escribe un anónimo reclamando determinadas cantidades por su silencio. Todos pican. A las cinco de la mañana invariablemente, van al apartado puente y tiran una mochila con el dinero.

Aún faltan cuatro horas pero oye un ruido fuerte sobre él. No puede ser. ¿El dinero... o alguna represalia? El miedo se apodera de su pulso. Suena cercano un murmullo ronco. El viento flamea y silba entre los recovecos metálicos del puente. La inquietud amarga del mal presagio, le hace bajar la cremallera. Escucha con atención. El murmullo cesa y sólo se oye el requiebro de un balanceo. 

Para calmar los latidos de su corazón sale fuera a hurtadillas y amedrentado grita: “Quién anda ahí”. Nadie responde. Por si acaso, lleva empuñado el armazón de un paraguas a modo de estilete y lo sacude veloz contra las tinieblas. Al elevarlo receloso, la punta golpea con algo. El susto le hace caer de espaldas. Desde allí puede contemplar la silueta de un hombre suspendido en el aire. Bajo la luz de la Luna su último extorsionado oscila en una soga… Cómo le diría a Tomás que ese año no comerían turrón.

©  Ainhoa Núñez Reyes



Extraído del libro: El ingenio de la lámpara II
© 2008, Ainhoa Núñez Reyes
ISBN:978-1-4461-3882-3
DL: LEÓN-1075-2010
Impreso en España / Printed in Spain
Estos relatos están inscritos en el Registro General de la Propiedad Intelectual de León. Número de asiento 00/2009/669

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miércoles, 15 de enero de 2014

Cadena perpetua

Cadena perpetua, relato


Cadena Perpetua
Cadena perpetua by M. Stanfond

Cadena perpetua


“Mi señora bienamada:



En este cautiverio mío donde las penas enraízan en las paredes y la soledad gotea descolorida en el cristal de las ventanas, un minuto se dilata hasta un año y  dibuja fracción a fracción cada célula, cada detalle de un recuerdo tuyo. Ágiles irrumpen tus huellas por el polvo de mis pisadas; poderosas se abalanzan sobre conciencia y alma, desmenuzándolas lentamente con manos párvulas. ¿Qué me depara ahora tu espíritu ruin y mi corazón atormentado? Ya pago lo que la ley humana pidió: duro castigo para un enamorado.

Maldigo el día que me conociste; pues bien sé que fui tu pesadilla, que durante años me apoderé de tu vida: quise ser Dios y crearte a mi manera. Era como poner cercas al aire o dividir el agua con los dedos: vanos propósitos sin puntales, sueños ufanos muertos nada más nacer. Mi engendro, poco a poco, se tornó destrucción: esperpento mezquino que miserable atesoraba palabras hirientes. Quebré tus sueños y un ser sin sueños es un bufón que se mira triste en el espejo, requerido a la desdicha, amamantando la boca hambrienta de la soledad, vacío y sin fondo.

Aún reverbera en el oído del tiempo tu dulce nombre, perpetuamente repetido por gargantas ermitañas y como acólito arrepentido, voy orando liturgias sin devoción al compás desgastado de mis latidos. Te maté por no ceñirte a mis antojos, por tu infiel afrenta al regalar a otros delicias guardando raposa para mí tus sabores más amargos.

Como la verdad es que yo hallé en ti más desdichas que benevolencias: te maté, y te mato, simplemente por despecho. Serás mía  como sombra y luz proyectando juntos inversamente todo lo que tu luz espanta” —recitaba el viejo cheposo subido a una silla de enea deshilachada. Y bajándose de ella se acercó silencioso y de forma teatral, al único espectador que le miraba. Sacó del bolsillo paulatinamente, centímetro a centímetro, la foto de un ruiseñor con las alas cortadas. Y guardándola con la misma parsimonia, continuó—. “Este que aquí veis, cumpliendo toda la vida de condena, pretendía ser poeta bienquerido y lo hubiere con creces conseguido, si no ahogase cada día a Erato en el fondo de una botella”.

—¡Estupendo, Diego! —exclamó el vigilante al otro lado de la reja— ¡Cada día me sorprendes más!

—¡Calla, cabrón! ¡No le animes que me toca relevarte! —gritó la voz alegre que se acercaba por la galería.

—¡Hombre, Marquitos! ¡Llegas tarde cómo siempre! —y al tiempo que recriminaba al compañero, depositaba dos cigarrillos en la mano que Diego extendía entre los barrotes.

El condenado se encorvó en su curvatura a modo de saludo, y aprovechando el gesto: rodó varias veces en el piso. Los vigilantes aún reían cuando, tras levantarse con dificultad y caminar los pocos metros de la celda: Diego extendía medio mareado nuevamente la mano.

Con un cigarrillo encendido en la boca, y tres, a buen recaudo: oyó cómo los avezados funcionarios, le llamaban puto loco. En cuanto desaparecieron: irguió por completo el esqueleto, aplastó con rabia la colilla contra el suelo, y murmuró grave entre dientes:

—Puto loco no… ¡puto vicio!





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LAS AUTORIDADES SANITARIAS ADVIERTEN QUE FUMAR ES MALO PARA SU SALUD Y PARA LA DE LOS QUE LE RODEAN

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© 2008, Ainhoa Núñez Reyes

Extraído del libro: El ingenio de la lámpara II
© 2008, Ainhoa Núñez Reyes
ISBN:978-1-4461-3882-3
DL: LEÓN-1075-2010
Impreso en España / Printed in Spain
Estos relatos están inscritos en el Registro General de la Propiedad Intelectual de León. Número de asiento 00/2009/669
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domingo, 12 de enero de 2014

Escapar

pesadilla, escapar

Escapar

A veces pienso que si conoces a alguien, alguien muy cercano a ti, y vas reuniendo todas las piezas, todas las risas, las lágrimas y los silencios, todos los momentos más íntimos de su vida, entonces puedes habitarlos y sentirte parte de él; pero si conoces a alguien con el alma oscura, aterradora, y te agazapas en cada rincón maligno que él piensa que ha conseguido ocultarte y los has habitado… ¿cómo puedes escapar?... ¿puedes volver a ser lo que eras?, ¿sigues siendo tú?

©Ainhoa Núñez Reyes

martes, 7 de enero de 2014

Emigrante español


emigrante español



… despertó cuando el aire revolvía su melena al caer Empire  State abajo. ¡Vaya susto se llevó! Mientras veía acercarse el gris hormigón de la Quinta Avenida: se quejaba  de aquel sonámbulo resbalón… ¡ahora qué por fin tenía  trabajo!

©Ainhoa Núñez Reyes


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